¡Los están
matando! ¡¿Cómo es posible que permitan ahora la caza de tiburones para
cortarles sus aletas y botarlos moribundos al mar?! Es un horror.
Al ver frases como las anteriores es casi
imposible no sentir indignación, nos sentimos casi obligados a no aceptar tal
tipo de barbarie en nuestros tiempos y creemos que alzando la voz tendremos el
impacto necesario para cambiar estas conductas retrógradas. Sin embargo, le
propongo que posponga la ira y analicemos este asunto un poco más a fondo.
Hace algunos días unas cuantas personalidades y fundaciones decidieron hacer un
llamado urgente porque el gobierno de Colombia (del cual soy en muchos aspectos
un opositor acérrimo) había legalizado la caza de tiburones y el aleteo,
práctica que consiste en separar las aletas de los tiburones y desechar el
resto del animal. Al ver este anuncio no pude sino recordar que hacía poco
le explicaba a alguien que en algunas regiones de Colombia se vendían unas
deliciosas empanadas de toyo (tiburón) pero que no era porque estuviera
permitida la caza como tal sino porque los tiburones a veces caen en las redes
o trasmallos destinados a extraer otro tipo de animales. ¿Cómo era posible que
este estatus de protección de los tiburones cambiara? Pues bien, decidí ver la
resolución en cuestión y descubrí que no había cambiado el estatus, lo que
había pasado es que se había establecido una cantidad máxima de tiburón que
podía ser aprovechado al año.
Desde el
2010 se creó en Colombia el PAN-Tiburones (o Plan de Acción Nacional para la conservación
y manejo de tiburones, rayas y quimeras de Colombia), que ya mostraba una
fuerte preocupación por proteger estas especies. A partir de los trabajos
realizados por este plan fue posible el establecimiento de la resolución 1743de 2017 que prohibía la caza dirigida de tiburones, así como el aleteo.
Colombia es
un país ubicado en medio de dos océanos en una zona geográfica particular, lo
que hace que tengamos una enorme diversidad, sin embargo, una baja abundancia. Lo
que en español quiere decir que tenemos muchas especies diferentes pero pocos
individuos de cada especie. Por ese motivo es muy difícil realizar una pesca
selectiva como ocurre en otros países con fenómenos de surgencia que alimentan
pesquerías específicas de atún o bacalao. Por el contrario, la pesca en nuestro
país es multiespecífica, aquella en la que se captura más de un recurso a la vez,
y esto hace que se pierda un poco el sentido del sistema de cuotas (que explicaré más adelante) aplicado en
otros lugares del mundo. Desafortunadamente aún no encontramos alternativas que
se adapten a nuestra realidad.
Siendo un
sistema de pesca multiespecífico las artes utilizadas para obtener el recurso
justamente son aquellas que capturan una gran diversidad de especies, entre
ellas los tiburones. Cuando los individuos caen en dichas redes, en la mayoría
de las ocasiones devolverlos al mar implica devolverlos a morir lo cual sería
un desperdicio muy grande y una pérdida aún más triste y sin sentido. Es por esto
que la legislación colombiana excluye de la prohibición la pesca incidental. Es
decir, cuando el tiburón cae por accidente, algo que, si queremos obtener otros
recursos pesqueros, no podemos evitar. Pensemos en eso cuando nos deleitemos
con unos camarones, langostas y otros frutos de mar, pues las técnicas empleadas
en su extracción son las que más afectan a las poblaciones de tiburones.
¡¡¡Pero
estamos en Colombia hermano!!! Hecha la ley, hecha la trampa ¿no?
Sí,
podríamos pensar que hay una oportunidad que haría que algunos cuantos se
aprovecharan de los “accidentes” para sacar los tiburones, pero la ley es muy
clara: está prohibido modificar las artes de pesca y las carnadas de forma que
se aumenten las probabilidades de captura de tiburones. Adicionalmente, para
evitar prácticas como el aleteo, se exige que el recurso relacionado a los
tiburones llegue completo a las zonas de inspección. Las aletas deben estar
adheridas al cuerpo. Ésta es una razón más para establecer cuotas de pesca. Las
cuotas de pesca son el peso máximo de un recurso específico que se puede
extraer en un periodo de tiempo, generalmente un año. No son metas de pesca, es
decir, la idea es que se puede sacar siempre menos que eso, pero nunca más. Al
imponer un límite de peso que debe ser medido con animales completos se evita
que se completen dichas cuotas a partir de sólo aletas, lo que signifcaría una
masacre de tiburones sin precedentes y la posibilidad de ocultar más fácilmente
que la captura no fue incidental.
Al revisar
la literatura científica y técnica en el área fue evidente que detrás del
establecimiento de las cuotas de pesca para las diferentes especies había un trabajo
arduo en términos del estudio de las poblaciones. Un informe técnico de la AUNAP
sugiere que, según la curva de extinción de Shaefer optimizada mediante teoría
bayesiana para las poblaciones de tiburones (para quien desee profundizar en la
materia), “la cuota de aprovechamiento no supere las 183 toneladas” y por lo tanto la cuota
establecida en la resolución 350 de 2019, que es de 125 toneladas es inferior
al límite sugerido por la autoridad de pesca. Entonces tenemos en primer
lugar que se toma una medida conservadora al imponer un límite inferior al que
los estudios encuentran que sería problemático para las poblaciones de
tiburones.
Pero eso
no es todo. El mismo documento, apoyado por otros estudios en el área, declara
que los desembarcos reportados para las especies de tiburones no superan las
30 toneladas en 2018. Siendo así, podemos ver que la oleada de indignación fue
exacerbada irresponsablemente por algunas figuras mediáticas, las cuales, a
pesar de informarles del equívoco, insistieron en su error, tal vez por rating,
tal vez buscando recursos para sus fundaciones.
Vale la
pena resaltar que al poco tiempo del escándalo se dieron a conocer los
conceptos de algunas organizaciones como Conservación Internacional Colombia,
Invemar, AUNAP y otras confirmando que se estaba generando un malentendido.
Sin embargo, la reacción mediática estaba descontrolada. “¡Deberían mutilar
a quien pesque a los tiburones!” vociferaban algunos, la bandera de Colombia
sangraba bajo la aleta mutilada de un tiburón hasta eclipsar el azul de los océanos.
Lo que a veces no vemos es que criminalizar la pesca de ciertos recursos no
tiene sentido, habría que meter a todo el mundo a la cárcel si se aplica a
rajatabla porque muchos de ellos caen de forma incidental y además son parte
del sustento de pequeños pescadores. Por eso está permitida la pesca de
subsistencia en todos los casos, de ésta depende el acceso a otros recursos
como aceite, arroz, plátano, etc. que se obtiene por trueque.
El SEPEC es el sistema de información que realiza el registro en puntos de
desembarco en términos estadísticos
de cantidad y especie. Este sistema le reporta a la AUNAP que, al
cumplimiento de las cuotas, cierra una pesquería. Para el manejo de las
cuotas se tienen desde sanciones pedagógicas hasta procesos judiciales
que implican cárcel por delitos ambientales. Se
dice también que el establecimiento de cuotas no sirve de nada porque el papel
aguanta todo, pero entonces tampoco serviría que una resolución dijera que no
se permite ni un gramo de ciertas especies porque el problema es el control y
no la definición.
En julio
de este año se firmó un convenio entre la AUNAP y el Instituto Alexander von Humboldtpara avanzar en los estudios que permitirán introducir el pez basa en el país (Pangasius
sp.). A algunos les sonará el revuelo de hace algunos años donde se
prevenía del consumo de dicho pescado importado principalmente del sudeste asiático,
especialmente de Vietnam. Se decía que venía altamente contaminado de mercurio
y también de algunos microorganismos patógenos que causan listeriosis y el cólera.
Sin embargo, éste no es el gran problema del pez en cuestión.
Firma del convenio en Casa de Nariño. |
La introducción de Pangasius en varios
países ha traído como consecuencia la disminución de poblaciones nativas como
es el caso de Malasia o Suráfrica. En el reciente congreso AQUAEXPERT realizado
este año, se resalta la intención de que el cultivo de Pangasius se realice en
tanques aislados, sin embargo, es muy difícil garantizar la bioseguridad al
respecto. Casos contados tenemos de aislamiento perfecto y en general involucran
plantas patentadas por empresas extranjeras que protegen su patrimonio al
máximo (como lo es el caso de los claveles azules).
Otra de
las preocupaciones es la contaminación generada por los cultivos de Pangasius, ya
en 2017 la cadena de supermercados Carrefour decidió retirar de sus puntos deventa, inicialmente en Bélgica y después en otros países europeos. En el mismo
congreso de AQUAEXPERT se destaca esto como un desafío por el excesivo uso de
antibióticos en el cultivo de Pangasius.
En Colombia
tenemos la cachama, el bocachico, la dorada e incluso peces de gran porte como
el sábalo real ¿No podemos trabajar con nuestras especies nativas? ¿Preferimos
importar riesgos que pueden matar miles y miles de organismos?
No se
la dejemos fácil a quien quiere desprestigiar la protesta social, que nos manden a estudiar “porque
estamos protestando por cosas que no son verdad”.
Al
marchar propongo que no usemos imágenes de tiburones al lado de todos los otros motivos
que tenemos para protestar, pongamos siluetas de bocachicos, de capitán de
la sabana, de nuestra fauna que está amenazada por el ingreso de una
especie invasora.