...Por: David Andrés Casilimas Díaz...

martes, 23 de febrero de 2016

La van der Hammen: ¡Qué lío!

En Bogotá y otras regiones colombianas, e incluso entre los compatriotas que vivimos fuera del país, se ha desatado una enorme discusión en torno a la propuesta del gobierno entrante. Estamos como diría Jaime Garzón en uno de sus discursos:
-          ¡Peñalosista!
-          ¡Petrista!
-          ¡La suya!
-          ¡Ambientalista!
-          ¡Capitalista!
-          ¡La suya!
El alcalde electo, Enrique Peñalosa, pretende urbanizar en los terrenos de una reserva forestal al norte de la ciudad. Pero esta reserva no es cualquier pastizal (aun cuando en el momento tenga muchos), es una región de incalculable valor ambiental y ecológico que ha sido minuciosamente estudiado y enormemente apreciado por la academia. Justamente por esta razón se decidió convertirla en una reserva forestal urbana, probablemente la que podría llegar a contener al bosque urbano de mayor envergadura en América Latina.
Existe, sin embargo, una creciente necesidad de viviendas para atender el crecimiento poblacional de la capital del país, en lo cual el burgomaestre no miente. Ése es uno de los principales argumentos esgrimidos por él.  Es un crecimiento que, como él dice, ya está ocurriendo pero de forma desordenada, no regulada y sin un plan que vele por la calidad de vida y el desarrollo sostenible. Entonces el alcalde tiene razón en que es necesario crear áreas de vivienda densa, con calidad de vida y con transporte masivo de bajo costo, lo cual disminuye el consumo energético. Reconstruir áreas ya urbanizadas supone una serie de limitaciones, especialmente porque los modelos de construcción y crecimiento han sido terriblemente devastadores con el medio ambiente, recuperar los suelos ya urbanizados sería una tarea sumamente costosa. Así pues, el alcalde de turno prefiere construir desde cero para tener libertad de creación y decisión, y eso no está mal. Es bien sabido que existe una tendencia a la creación de ciudades planeadas y al parecer este es el sueño del Alcalde, que así pretende atender las necesidades de la sociedad, el medio ambiente y la economía.
Infortunadamente no todo es color de rosa pues el sueño del alcalde tiene lugar, al menos en parte, justo sobre la Reserva van der Hammen. Y digo en parte porque no es, como algunos intentan plantear, el único lugar que se pretende urbanizar, aunque sí uno de los más importantes. Pero el problema no es únicamente la intención de desestimar los estudios que declaran necesaria la conservación de la reserva: se sabe también que hay enormes intereses económicos por parte de la asociación de propietarios de los terrenos (ASODESCO) que están dentro de la misma, a quienes la declaración de zona de reserva les depreció significativamente el valor de sus predios motivo por el cual la propuesta del alcalde les es de gran interés.
A pesar de que en general no se piensa – esto incluye al panel de expertos que declararon la condición de reserva – que el alcalde esté buscando obtener un lucro a partir de la urbanización, sí es evidente que tanto la asociación de propietarios como los gremios de la construcción estarían gestionando una enorme presión sobre múltiples organismos para conseguir el cambio en los usos de la tierra que les permitiría revalorizar su patrimonio, en el caso de los dueños, o ganar contratos de construcción.
¿Pero por qué Peñalosa es tan insistente y terco con el área donde debe ser ubicado cerca del 25 % de la llamada Ciudad Paz? El alcalde abrió los oídos y entendió que la reserva tiene estudios y es una región importante a pesar que no entienda muy bien por qué, lo cual es evidente cuando después pide estudios que demuestren que la región es significativamente diferente a otras zonas de la Sabana de Bogotá. Es esta falta de entendimiento la que lo lleva a insistir tercamente en construir en este lugar, pero el sí sabe que tiene de diferente en otro sentido: múltiples proyectos de construcción frenados, que se traducen en apoyo político y financiero para sus proyectos. Aunque si vamos a hablar de intereses económicos es curioso la poca atención que se ha prestado sobre Ciudad Mosquera (pero eso será tema de otra discusión).
A excepción de Julio Carrizosa, el panel y la ciudadanía se ha limitado a rechazar la propuesta del alcalde sin ofrecer alternativas. ¡Para eso lo eligieron: para que nos resuelva la vida, porque la sociedad la hacen los políticos y no los ciudadanos! ¿verdad? Los biólogos, ambientalistas y otros agregados, a veces nos quedamos en decir que hay que proteger pero rara vez nos metemos a resolver las necesidades de la sociedad asociadas al inevitable crecimiento poblacional. Entonces obvio ese trabajo les queda a otros que hacen lo que pueden con lo que conocen o les conviene por facilidad y que cuando piden ayuda se encuentran con un “no, no sé, pero eso que usted dice no se puede hacer”. Mencioné al inicio del párrafo a Julio Carrizosa porque, en el foro que tuvo lugar en la Universidad de los Andes el pasado 17 de febrero, fue el único que se atrevió a dar una sugerencia al alcalde. “Construya ciudad paz en el Centro Ampliado. Olvídese que eso lo dijo Petro”. Sin embargo, hay dos posibilidades, la primera en la que parece que el panelista no prestó mucha atención minutos antes cuando el alcalde explicaba el proyecto de desarrollo de vivienda que se resume en la siguiente tabla:
Redesarrrollo urbano (densificación centro ampliado, entre otros)        à 300.000 viviendas
Ciudad Norte (Reserva van der Hammen y anexos)                                    à 494.000 viviendas
Ciudad Mosquera                                                                                               à 417.000 viviendas
Ciudad Río                                                                                                            à 350.000 viviendas
Ciudad Soacha                                                                                                     à 291.000 viviendas
Total                                                                                                                      à 2’052.000 viviendas
Déficit (otros municipios y sin resolver)                                                          à 848.000 viviendas
Al parecer Peñalosa ya había incluido el centro ampliado y otras zonas de la ciudad en su intención de densificar la ciudad. En este punto debo ser bien crítico de las declaraciones del alcalde pues ha hecho declaraciones falsas. Para justificar la escasa construcción de vivienda dentro de la ciudad – apenas cerca de un 16 % de lo planeado – se basa en que supuestamente Bogotá es la quinta ciudad más densamente poblada en el mundo, y yo no sé de donde habrá sacado esa cifra pero Bogotá no es la quinta ni la sexta ni la décima ciudad más densa del mundo, aunque también es cierto que no se está haciendo nada para densificarla (Petro) y que si se densifica en zonas céntricas éstas no serían precisamente de interés social pues, como ha sido ampliamente estudiado, hay una fuerte correlación negativa entre la distancia a los núcleos urbanos de importancia – prestación de bienes y servicios, actividad financiera, cultural, etc. – con el ingreso de los habitantes y el valor de la vivienda.
Una segunda posibilidad podría ser que con su sugerencia Carrizosa haya hecho un cuestionamiento a las cifras presentadas por el alcalde. ¿Qué tan equivocadas están las proyecciones del Alcalde sobre el crecimiento de Bogotá y sobre la posibilidad de densificarla (número de viviendas posibles de ser construidas al interior)? No puedo sino recomendar seguir la sugerencia de Peñalosa y de Carrizosa, revisemos las cifras, que el próximo debate gire en torno a ellas, que si se puede densificar más las ciudad se muestre cómo y dónde. Ciertamente densificar dentro de lo ya urbanizado traería ventajas en cuanto al consumo energético de la ciudad, pero también es preciso analizar las implicaciones que esto generaría a nivel económico, ambiental, social y hasta en la movilidad.
De la discusión generada por esta confrontación es importante destacar tres puntos principales:
1)      Nuestra idiosincrasia pasa cada vez una factura mayor: preferimos pelear y odiar al contrario, agarrarnos a madres y memes, en vez de dialogar y buscar soluciones. La tendencia a la polarización es enorme y está siendo ampliamente explotada por unos cuantos políticos que no se dan cuenta que ad portas de un posible post conflicto, los discursos de odio deberían estar mandados a recoger.
2)      Nuestra escasa o nula atención al medio ambiente: Sólo pensamos en proteger cuando alguien quiere intervenir. Fue así como en el año 2000 tras la presentación del proyecto de cambio de uso de los suelos se reunieron los expertos a decir que había que proteger el área. Sin embargo pasaron 11 años desde que el Ministerio dio la orden hasta que finalmente fue declarada como área de reserva por la CAR, otros 3 para que se dictaran disposiciones y quien sabe cuántos más (ya van 2 años) para que se comience a ejecutar. Sin embargo, la reserva tiene también una importancia simbólica, si se tumba esta, se pueden tumbar otras. La reserva van der Hammen debe ser intocable, pero no puede seguir como está. Eso también se lo debemos exigir a los encargados de dicha gestión.
3)      La falta de interacción entre las ciencias y el desarrollo social y urbano: Como parte del gremio de biólogos muchas veces he reclamado de la poca importancia que se nos da y de cómo se nos restringe el área de actuación casi que exclusivamente a la docencia. Sin embargo, muchas veces se requieren iniciativas privadas para conseguir esos campos de acción. Dónde están los grupos formados entre biólogos, ecólogos, arquitectos, ingenieros civiles y ambientales haciendo proyectos de vivienda. La mayoría trabajan por separado con muy buenas intenciones hacia el desarrollo sostenible – cuando ese nombre no se usa simplemente para hacer marketing y cobrar más caro – pero con enorme desconocimiento de los procesos involucrados o las posibles herramientas. Muchos ambientalistas se han quedado en la permacultura como modelo alternativo, pero esto es un sueño que simplemente ignora que ciudades de la envergadura de Bogotá no se sostienen con permacultura. Si bien hay hermosas casas de bahareque, laboratorios especializados, hospitales y edificios densamente habitados no se pueden construir con esa técnica. Por otro lado están arquitectos e ingenieros civiles creando nuevos diseños de captura de luz, de uso mínimo de agua, aplicando calentadores solares y paneles a sus construcciones. Sin embargo, seguimos usando hormigón e infinidad de polímeros derivados del petróleo. Es necesario un trabajo conjunto en el desarrollo de materiales nuevos, en el aprovechamiento de los existentes y en la minimización de sus efectos ambientales. Es necesaria la existencia de consultores de las ciencias biológicas que implementen la biomimética en el diseño de estructuras y centros urbanos de modo que se minimicen las pérdidas de residuos (contaminación) y energía.
Preguntémonos entonces ¿Cómo debemos crecer? ¿Cómo hacemos para ocupar la menor cantidad posible de sabana? Algo cierto es que el centralismo debe ir desapareciendo y debemos aprovechar los otros municipios para crear alternativas a Bogotá. Esta, sin embargo, es una opción a muy largo plazo y requiere de una coordinación a nivel nacional bastante compleja, se necesitan soluciones inmediatas para el crecimiento de Bogotá. ¿Vamos a seguir peleando o a construir opciones de cambio?

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