...Por: David Andrés Casilimas Díaz...

jueves, 24 de enero de 2013

FIN


Había jurado no hacerlo, y sin embargo, no se pudo contener. Tomó un único beso suyo para recordarla siempre.

Sabía que se verían por lo menos un día más, sabía que volverían a hablar y que ella lo odiaría por incumplir su juramento tácito. Eso era lo que más le remordía la conciencia mientras ella, evidentemente arrepentida, daba media vuelta y se alejaba de él lentamente. Como si quisiera que la siguieran. Mirándolo a el, esa extraña aparición que más allá de cualquier cosa no era más que un generador de culpas.

El no iría más lejos, suficiente daño había causado ya.

La puerta se cerró, pero la esperanza de lo imposible seguía viva. Con el golpe de la segunda puerta esta esperanza se desboronó, y con ella una lagrima de sus ojos que fue a perderse en ese suelo de sangre… Tomó aire y pensó… el tropel de lágrimas que aguardaban por salir fue re absorbido para ahogarse en su garganta. Lanzó un puño que se estrelló en la pared más próxima desgarrando su piel. ¿Pero qué era eso comparado con el resto del dolor?

Recordaba ese quinto cuento autodestructivo que una vez leyó:

“Y sin avisar se levantó de la mesa tambaleando. Se tuvo que sostener con una mano de la pared mientras respiraba rápido. Tenía que llegar abajo y la escalera de caracol era toda una hazaña que sorteó con dos pasos en falso. Pensaba que claramente estaba ebrio.

Se dirigió a la puerta del bar y salió esquivando al guardia de la entrada. Se sostuvo de un poste. Veía los carros pasando como barridos fotográficos a toda velocidad por la avenida. Y con el último aliento de sobriedad que le quedaba decidió atravesar la calle corriendo, que la suerte decidiera, que lo matara un carro, que ojalá no sufriera, pero eso sí, que ella se enterara.

Y corrió.

Cuando llegó al andén del frente tras escuchar un frenón estruendoso se tomó la cabeza sudada. Mientras un conductor asustado lo insultaba, Rodrigo tomó su celular y la llamó por cuarta vez esa noche.” (JPAT)

Quería correr y corrió, quería golpear y golpeó, quería llorar y lloró.

Hay quienes dicen que una de las grandes diferencias del ser humano con otros animales es que frente a una tarea con recompensa de probabilidad de ocurrencia indefinida somos quienes más niveles de dopamina generamos. Y esos niveles son tanto más elevados y duraderos en tanto menor es la probabilidad de ser recompensado. En los casos más extremos los individuos crean un sistema de recompensa donde esta viene incluso después de la muerte.

El espera que la recompensa llegue por lo menos cada vez que sus ojos se cierren y en su retina sigan marcadas esa luna, esa puerta y esos ojos.

martes, 22 de enero de 2013

Preludio


A: ¿Basura?
B: Café
A: No, basura.
B: ¿Liquido?
A: eee… ¿Basura?
B: No, café.... 

B: Ah! Basura...
A: Sí! Basura.
B: Mira
A: Gracias!

domingo, 6 de enero de 2013

Sobre la Verdad Absoluta


Para el presente escrito debo hacer algunas aclaraciones previas con el fin de evitar herir susceptibilidades o generar malos entendidos.
1. No soy filósofo, ni conocedor profundo de gran variedad de autores de dicha disciplina.
2. No pretendo demostrar que algún grupo especial personas es poseedor de, una o varias, verdades absolutas.
3. No es mi intención en este caso señalar o juzgar a uno o varios grupos de personas a causa de sus creencias, costumbres o formas de acercarse a la realidad.
4. El propósito de esta entrada es exponer unos pocos argumentos que permiten esclarecer algunas dudas epistemológicas sobre la realidad.

Últimamente he escuchado, demasiadas veces ya, personas tratando de zanjar una discusión mediante esta horrible frase:
“No hay verdades absolutas”.
Digo que es horrible porque es la máxima expresión del conformismo y la pereza mental, ¡Es un argumento paradójico puesto que de ser cierto estaría negándose a sí mismo! Quien lo dice considera que es absolutamente cierto que no hay verdades absolutas por lo cual estaría aceptando o proponiendo una verdad absoluta y por ende yendo en contra de su propio planteamiento.

Pongámonos superficiales inicialmente y veamos un mundo donde en la vida diaria aplicáramos aquella frasecilla. Ya me imagino a algunos diciendo cosas como: “Hoy decidí sumergirme en el agua por 1 hora sin ningún equipo o forma para respirar, ¡Puede que sobreviva!” o situaciones como: Suena el despertador y me anuncia que son las 7am, miro por la ventana y aunque salió el sol no puedo decir que es verdad que sea de día, yo creo que cabe la posibilidad que sea de noche. “No ve que no existen las verdades absolutas!”

“Voy a lanzarme de un edificio pues puede que a la gravedad le dé por no funcionar el día de hoy (y exclusivamente para mí) y quede suspendido en el aire.”

Poniéndonos un poco más serios les daré un ejemplo de verdades absolutas: No existen triángulos circulares ni círculos cuadrados. Para quienes aleguen que lo anterior está dado por una construcción de conceptos arbitrarios ahora propongo que, sin intención de plagiar a Descartes, hagamos un experimento mental. Empecemos por preguntarnos ¿Cómo sé que lo que me rodea es real? (aquí pueden tomarse el tiempo que quieran). Muy seguramente habrán pensado en cosas como los sueños, las falsas enseñanzas, la realidad virtual, las ilusiones o las alucinaciones (y si no lo hicieron ¡ténganlas en cuenta!). Para este momento consideraremos que podemos dudar prácticamente de todo. Sin embargo, el filósofo francés nos diría que nos detuviéramos un segundo, que no pensáramos en entes externos, que pensáramos en nosotros mismos…

Lo que vemos y sentimos con nuestro cuerpo puede ser falso. Pero para ver, sentir y pensar debe existir algo que ejecute esas acciones o algo que es obligado a creer que lo hace y puesto que soy yo (o usted) quien está experimentando dicha sensación, mi existencia se hace necesaria y por ende verdadera. Probablemente ésa sea la única verdad absoluta que todos poseemos “Yo existo”.

¿Que si soy un ser humano que evolucionó, me creó un ente superior, soy un programa de computador, soy un cuerpo conectado a matrix o un cerebro estimulado artificialmente y preservado con vida en una pecera muy al estilo de futurama? ¡NO LO SÉ! (pero existo).

O por lo menos no lo sé con absoluta certeza y eso no implica que la verdad absoluta no exista. Si bien es cierto que cada individuo construye una realidad diferente de acuerdo con su historia y cualidades personales, encontramos puntos de convergencia colectivos y esto nos revela detalles de la realidad. Tomaré un ejemplo que usaba un dramaturgo para describir sus obras.

Cuando se construye un escenario y, por ejemplo, se pone en su centro una columna blanca, los espectadores generarán diferentes percepciones de la columna, “… decimos sí, esta columna es blanca. A mí me pareció horrible, a mí me pareció horrenda y a otros les pareció perfectamente bella. Pero por lo menos tenemos en común esa columna”. Podríamos irnos más allá y sugerir algunos espectadores que no la consideren como columna por unos u otros motivos, pero se siguen refiriendo a un objeto en común. La realidad se empieza a construir con base en los puntos en común y en la fiabilidad de las fuentes.

A lo largo de la historia se ha discutido largamente sobre el concepto de sonido. La situación clásica plantea la pregunta de si una vibración que produce ondas sonoras las cuales no son percibidas por ningún oyente se considera sonido. Quienes abrazan la visión relativista de la realidad sostienen que no existe dicho sonido, no me imagino lo que dirían sobre los colores si fuéramos todos ciegos. Es por esta razón que el proceso para conseguir la verdad se ha ido modificando a lo largo del tiempo y la veracidad de los hechos y las cosas se asume con base a los puntos en común encontrados por observadores objetivos (instrumentos de medición, todo lo que existe es de algún modo cuantificable).

Nos movemos en un mundo que asumimos como real con base en las probabilidades que nos arrojan dichos observadores. Más allá de la diversidad de versiones que se generan del mundo, todas éstas provienen de una realidad única y absoluta que aunque posiblemente no sea accesible para nosotros, sí existe. Me pregunto cómo hacen para vivir estos relativistas si todo es susceptible de ser falso, no los veo intentando atravesar muros, volando o dejando de comer.

jueves, 3 de enero de 2013

RE: No me gustan los Hombres ¡Y que!


Acabo de leer una columna en SoHo que se titula “No me gustan los Hombres ¡Y que!”, y a pesar de ser una columna de opinión me parece que bajo la bandera de la tolerancia y la defensa de un mensaje positivo, emite juicios de valor que no se muestran muy tolerantes. Aunque acepto y, en muchas ocasiones, defiendo la validez de la homosexualidad, en este caso debo decir que la columna es absurdamente simplista. Una recopilación de clichés por parte y parte cuyo único punto válido es que en temas de sexualidad todo es cuestión de gustos.

Si bien es cierto que se plantea la auto-reflexión para entender el punto de vista de la autora, ésta cae inmediatamente en el error de justificar su posición a punta de denigrar el sexo opuesto.  Bien podría decir un hombre homosexual (y debo aclarar que aun cuando las siguientes preguntas me costó bastante formularlas, consideré necesario alejarme de mi posición en pro de la objetividad) : ¿Como pueden disfrutar unos senos flácidos en vez de unos pectorales firmes?¿ O no contar con alguien que te sostenga con propiedad? Imposible me parece imaginar a dos seres cuyo carrusel hormonal les impide entenderse a si mismas tratando entenderse mutuamente! No puedo creer que existan hombres que toleren la indecisión femenina y ¿que decir del descaro con que mienten tras dejar escapar esos airecillos mortales? Además que cosa más terrible no saber si tu pareja quedó satisfecha con el sexo  o no. Estando con un hombre no hay dudas de tu efectividad. Él se viene y punto, no te va a engañar para que “te sientas bien” (de hecho no puede). Ah veneradísima verdad!

Antes de que empiecen nuevamente los alegatos “Mujeres Vs. Hombres”, aclaro que lo que acabo de resumir en el párrafo anterior es completamente absurdo y en gran medida, por no decir en su totalidad, subjetivo. Igual que las afirmaciones de Amalia.

Es una generalización simplista con la cual intenta justificar su orientación sexual. ¿Cuantas mujeres no existen acérrimas seguidoras del fútbol, de modales cuestionables, con estruendosos ronquidos e “inconsciente” imperialismo del colchón? A mi no me vengan a decir que en sus relaciones heterosexuales casi se vienen y en las homosexuales “siempre” lo hacen (todas han sufrido de manos y lenguas cansadas), ni que les da asco un “pipí” porque para ser sinceros el sexo sea con quien sea y hágase como se haga, tiene de todo menos de aséptico y perfumado. Y eso no es malo en lo absoluto!

Si nos salimos de las generalizaciones, todo con lo que sueña Amalia, y muchas otras mujeres, es posible tanto con hombres como con mujeres. La cuestión aquí es de gustos y no por ello se debe denigrar a uno u otro sexo. Lo que valida las diferentes orientaciones sexuales es la diversidad y naturalidad de los gustos existentes. A mi me fascinan las mujeres y mi pareja muere por los hombres. Aunque para cada uno la posición del otro sea imposible de asumir como propia, si es absolutamente comprensible… ¡Y punto!