...Por: David Andrés Casilimas Díaz...

jueves, 15 de agosto de 2013

Sueños, Jardines y Promesas. Parte 1


Anoche tuve un sueño muy extraño, normalmente pierdo los detalles en cuestión de minutos, pero en éste a pesar de lo extenso, no se borra una frase. En él llegué a un lugar desconocido y lleno de jardines. En este mundo Lourdes y Luxemburgo se encontraban dentro de una misma ciudad y cercaban el pequeño barrio en que me encontraba. Caminaba por una acera, sentía el aire húmedo y cálido llenando mis pulmones con el aroma de los frondosos árboles que, plantados a lado y lado de la calle, hacían una refrescante sombra sobre un muro de piedra que se extendía hasta el final de la cuadra. Llevaba mis viejos zapatos de color marrón a los que la suela se les había tornado ligeramente roja durante mi viaje anterior.

La zona por la que me movía resultaba muy agradable visualmente, la mayoría de las casas eran una mezcla entre modernistas y coloniales, otras puramente modernistas y otras exclusivamente coloniales. En una de éstas construcciones mixtas podía leerse “Cultura Inglesa” en letras doradas sobre el porche. Seguí andando sin saber bien a donde llegaría, el paisaje cambiaba un poco con la distancia pues tras aproximadamente veinte minutos encontré altos edificios. Lejos de la fresca sombra de los árboles el calor de aquella ciudad empezó a hacer mella en mí, de modo que procuré un sitio para beber alguna cosa.

***

Entré a un pequeño restaurante y me acerqué a la barra para pedir una cerveza, había un televisor plano colgado en la pared entre copas y vasos. El hombre que atendía me miró con cara de pocos amigos y se fue por un vaso. Al regresar se quedó viéndome un rato hasta que preguntó:

– Usted es de la capital, ¿no es así?
– No, yo vengo de fuera, – dije tras tomar un pequeño trago – de
Colombia.

La actitud ligeramente hostil que había vislumbrado en el tipo tras mi pedido, desapareció para ser remplazada por una alegre amabilidad.

– Ah! – exclamó sonriendo – Con razón! Mucho gusto, mi nombre es Ricardo ¿Que lo trae por aquí?
– Estoy buscando a alguien – respondí sin mirarle, fingiendo interés en el partido de fútbol que transmitían sobre su cabeza.

Al parecer el hombre esperaba que mi historia fuera algo más larga, sin embargo, a mí nunca se me ha dado bien conversar con desconocidos, podría decir incluso que no se me da bien hablar con conocidos y creo que el motivo reside en que cuando no conozco a alguien y se da la oportunidad de entablar diálogo, generalmente no sé de qué hablar por la misma razón de no conocerle. Me aburren los intentos fallidos donde inicio una conversación en la que se intercambian unas pocas frases y al final el interlocutor espera más de mí pero yo o no sé a dónde llevar el tema. Puedo estar pensando en por qué les divierte a algunos hacer infinidad de comentarios a un desconocido, o preguntándome hasta que temperatura exacta llegará el terminal eléctrico del anuncio de neón del local al otro lado de la calle. Pero esas cosas a casi nadie le interesan. En el otro caso, cuando conozco a alguien, generalmente por un medio u otro ya estoy ligeramente enterado de lo que acontece en su vida y además prefiero no preguntar mucho y parecer un fisgón. Sé que un par de preguntas no te convierten en uno pero encuentro difícil establecer el límite. Por otro lado, suelo ser muy concreto, detesto la especulación excesiva.

– Y… ¿Cómo se llama ella? – preguntó él – Porque es una mujer a quien está buscando, ¿no es así? Yo conozco esa cara.
– Hummm… es un nombre extraño – contesté tratando de evitar el tema –.
– Aquí! Amigo! – exclamó para llamar mi atención – Ésta es una ciudad pequeña y puedo decir que conozco a casi todos sus habitantes. He abierto restaurantes en diferentes puntos a lo largo de 10 años. Si me dice cómo se llama – insistió el hombre – es muy posible que sea más fácil encontrarla, especialmente si el nombre es poco común.

Para mi fortuna hubo un ruido de platos en la cocina y el tipo sorprendido se fue hablando muy fuerte y rápido en la dirección del sonido. Miré nuevamente el televisor, parecía que los jugadores se movían al ritmo de “Painted by Numbers” que sonaba por los parlantes del lugar. Me levanté de la barra y fui a sentarme a una mesa apartada para que si el cantinero a su regreso quería seguir la conversación, no me encontrara cerca.

Metí la mano en uno de los bolsillos de mi pantalón y saqué un papelito arrugado que decía “Viride +32. 75 307-2009”. Ahora que estoy despierto ese mensaje no tiene ningún sentido para mí, sin embargo, en el sueño sabía perfectamente que esos eran el nombre y el teléfono de la chica a la que buscaba. Los miraba y les daba vueltas, si quería encontrarla era preciso llamar. Deseaba verla, decirle “Aquí estoy como lo prometí” (¿Cuando? No lo sé, pero eso era lo que mi yo onírico pensaba). Sin embargo, algo me impedía hacerlo. Era muy probable que nada cambiara o mejor dicho, que la distancia aumentara. Ella amablemente se encontraría conmigo y hablaríamos de la vida, de los planes futuros, de cómo nos alegra podernos ver de nuevo. Después de pasar algún tiempo juntos diríamos adiós y jamás volveríamos a saber el uno del otro.

***

No sé en qué momento exactamente la ciudad dejó de ser veraniega para vestirse de otoño a medida que caía la tarde. Mientras las últimas luces del día se iban, ella entró al bar. Llevaba un abrigo corto ceñido a la cintura, de color verde oliva con correas y botones pardos haciendo juego con su piel canela.  Bajo la chaqueta una camiseta blanca de cuello amplio, jeans azul oscuro y zapatillas deportivas  de cuero completamente blancas. De lejos no se distinguía muy bien  pero me parecía que la textura la daban unos finos detalles al estilo brogue. Habían pasado cinco años que dejaban ver pequeños cambios, nimiedades a decir verdad, que no menguaban en absoluto su atractivo, todo lo contrario.

La pantalla del televisor  ahora mostraba un concierto de los Arctic Monkeys, yo apenas le prestaba atención, estaba demasiado pendiente de Viride. Ella no venía sola, entre risas se sentó a la mesa con cinco personas más. Caminé nuevamente hasta la barra con “My Propeller” sonando de fondo, sin quitarle los ojos de encima ni un instante. Los suyos se levantaban de la mesa lentamente, explorando el lugar – It’s a necessary… – se detuvieron en mi – evil – la sonrisa se borró  de su cara para retornar un segundo más tarde rebosante de felicidad.

Se levantó de la silla y tras intercambiar unas pocas palabras con la chica que tenía a su lado caminó hacia mi – When are you arriving? –, se detuvo a un paso de distancia desde donde nos miramos fijamente durante poco más de cinco segundos  que parecieron eternos. Súbitamente dio un pequeño salto y se colgó de mi cuello con los brazos, la sostuve suavemente hasta sentarla en una silla para tenerla más cerca.

– Hola – le dije sonriendo. Ella seguía sin hablar, parecía que intentaba decir algo y se arrepentía justo cuando iba a empezar a hablar. Finalmente dijo:
– Hola! – y luego tartamudeó algo inentendible. Mi cara reflejó la incomprensión por lo que agregó – ¿Qué haces aquí?
– Hummm… pasaba por aquí – mentí descaradamente.
– Ah sí? No sabía que te habías radicado en esta ciudad.
– Claro, vivo aquí a una cuantas cuadras en el edificio que está sobree… es mentira, sólo jugaba contigo – dije mientras reía –. Vine porque quería verte.

Ella sonrió con tristeza, agachó la cabeza y tras un silencio incomodo levantó su mano derecha y soltó un:

– Estoy casada...
***

viernes, 2 de agosto de 2013

Recortes

No sé con exactitud cómo llegue a ese estado frenético en el que sólo podía trabajar para terminar mi cometido. Es probable que me motivara el afán de cerrar un ciclo antes de que este se entrelazara con el que acababa de abrir hacía sólo un par de días. Recortaba una y otra vez trozos de papel y los organizaba de diferentes maneras tratando de formar algo con ellos… ¿Qué era eso? ¿Un jabalí, un bisonte, un mapache?

… En ese momento me detuve súbitamente.

“¿Y si simplemente dejo que todo se diluya en el aire?” me pregunté en silencio. Miré los recortes con los ojos desenfocados pero inmóviles, intentando pensar. El radio de la habitación de al lado había sonado por horas y yo no había reparado en su mala sintonía, a pesar de su bajo volumen era desesperante. Ahora sentía que el ruido se incrementaba mientras las voces de los locutores se apagaban lentamente. Fastidiado, me levanté a detener el escándalo de los anuncios comerciales mezclados con la estática. Silencio.

Volví a la mesa y, de pie, apoyé una mano junto al deforme animal de cartón. Mientras me sentaba arrastraba la mano lentamente barriendo cada pedazo negro y blanco que había en la superficie de madera.

Siempre he pensado que debo acumular la mayor cantidad de información posible, que en un futuro al revisar cada palabra o imagen de algún momento anterior encontraré otra versión de la historia de la cual no me percaté mientras la vivía. Ese día supe que había excepciones, que no iba a terminar mi tarea y que era mejor así. Olvidaría esos recuerdos no por dolorosos, no por ser demasiado alegres, sino por todo lo contrario, eran tan leves, tan neutrales que se disolverían por sí mismos. El boceto del animal que pretendía hacer estaba compuesto de fragmentos de un cuento corto al que no le habían escrito un final y que ahora caían a una bolsa de basura.


martes, 26 de febrero de 2013

Reflexiones accidentales I: entre Newton y Kundera


Él se acuesta en su regazo y ella pasa la mano sobre su espalda. No puede evitarlo, se siente como un gato preparando su lecho... con una mano rascando aquí y luego allá en un constante vaivén. Al cabo de un rato él se levanta y la observa en silencio, parece que el tiempo se ha detenido y ella se siente ligeramente intimidada por aquella mirada penetrante. Él se acerca muy lentamente… a mitad de camino cierra los ojos y la abraza repentinamente desde un costado, apoyando la cabeza contra su delicada espalda. Respira hondo. Aprieta los brazos y los ojos con igual fuerza, como un niño que se niega a abandonar a su madre. Ella sonríe inmóvil… sonríe tristemente.

Está triste porque sabe que la felicidad de su relación es parabólica. Partió de un gran impulso reactivo, crece vertiginosamente  haciéndose más y más leve hasta alcanzar el éxtasis, pero este último no es más que el punto de inflexión. Es la levedad absoluta. Kundera no concluye acerca de la dirección de la misma, se queda en el debate sin saber si es positiva o negativa dejando entrever su aparente apatía frente a la posición de Parménides. Sin embargo, pongo a consideración mi postura en la cual la levedad es neutra, momentáneamente ingrávida y de cierta forma, dual. Un cuerpo es leve dependiendo del contexto, si me muevo de la tierra a la luna soy cada vez más leve para el  planeta y más pesado para el satélite (y viceversa), por ende la levedad absoluta es estática.  Es por eso que es insoportable, es un estado inestable que con facilidad adquiere peso en el sentido opuesto al inicial, es alcanzar la cumbre bajo la zozobra que produce la inminente caída. Y allí se encuentra ella.

Parecería que tanto Victoria como Andrés se encuentran en el mismo punto, pero no es así. Si bien ambos muestran felicidad, él ya tiene síntomas de añoranza y es por eso que se aferra al cuerpo de su novia. La quiere, recuerda la ingravidez y siente ahora el peso, se acelera en el vacío. Él ya está cayendo. Y ella lo sabe. No en vano hace poco le era imposible a Victoria comprender la enorme efusividad de su compañero y más  inexplicable aún el desasosiego paralelo a esta.

La inercia es aquella propiedad que tienen los cuerpos de conservar su estado de reposo o movimiento a menos que una fuerza externa se aplique sobre ellos.

En el éxtasis Victoria desea que ésta llegue pronto. Andrés ya la divisó y la deja acercarse a él.

Reflexiones accidentales II: encuentros inesperados y tercera Ley de Newton


The things I’ve made, “in a way, was like building something. 
So that I wouldn't forget the details of the time that we spent together.
You know, like just a reminder that... that once we really did meet, 

you know, that this was real... this happened”.


Iba cayendo, había alcanzado una velocidad constante… probablemente ese hecho creó la sensación de estar estable de nuevo, estático. Cuando apareciste en el horizonte, la forma en que me mirabas y las cosas que decías sugerían un acercamiento vertiginoso, pero sólo cuando se amplía el marco referencial es posible describir más acertadamente un fenómeno. Por eso con tu presencia empecé a dudar sobre mi condición.

Descubrí poco a poco que si bien tú te movías con una trayectoria, yo también llevaba la mía y aparentemente los trazados se intersecaban. La masa presente en cada uno de nosotros empezaba a generar una aceleración minúscula, acercándonos, y esa fuerza era tanto mayor conforme disminuía la distancia a la que nos encontrábamos. La inercia desaparecía lentamente, y de cierta forma eso nos daba felicidad.

A veces creo que en los momentos previos al choque éramos como un par de estrellas  binarias orbitándonos simultáneamente con velocidad y proximidad creciente.

En el contacto entre dos cuerpos toda fuerza aplicada de uno sobre el otro implica una fuerza igual con sentido opuesto por parte del segundo, ¿Pero que pasa tras el contacto? Si nos quedamos con esta pequeña explicación parecería que hablamos de una anulación del movimiento, pues aparentemente las fuerzas se encontrarían en equilibrio. Es preciso entonces regresar a la segunda ley de Newton:

F1 = m1 * a1


Ya sabemos que la fuerza ejercida sobre cada cuerpo es exactamente la misma, sin embargo, el movimiento posterior depende en gran medida de la masa de cada uno dado que ésta no varía. Es en la aceleración en la que se aprecia un diferencial debido a la cantidad de materia.

Ciertamente sobre cuerpos libres se pueden encontrar variantes entre dos tipos extremos de choque. Uno, elástico, en el que toda la energía cinética es conservada y la aceleración despejada para cada uno de los entes se observa conforme a la resultante vectorial en un diagrama de cuerpo libre, alejando a los participantes entre sí. El otro, inelástico, en donde la energía cinética es completamente disipada en términos de calor o gastada en la deformación de los cuerpos causando una fusión de los mismos y una trayectoria común.

El incremento de la energía interna y las grandes modificaciones que sufrimos tras nuestro breve encuentro me hacen pensar en que inevitablemente nuestro choque fue predominantemente inelástico. Sólo ampliando más el marco de referencia a escala temporal sabremos en que porcentaje lo fue.

Al menos yo siento que, de alguna forma, continúo ligado a ti.

jueves, 14 de febrero de 2013

El Cielo es una Ilusión


Bien sea azul profundo, marmolado por las nubes o negro moteado de estrellas, el cielo ejerce una fascinación inmensa sobre nosotros. Ha sido el hogar de un sinnúmero divinidades y en él se encuentra el paraíso de muchas culturas humanas. Tal es el encanto que genera, que “tocar el cielo con las manos” es una de las expresiones de júbilo más intensas cuando se logra un sueño.

Pero el firmamento está muy lejos y es muy difícil alcanzarlo, quienes desde Ícaro han intentado llegar a él saben  el riego que se corre. O, ¿Será que no es así?... ¿Qué es el cielo?

El cielo es una ilusión.

Es así porque entre más subamos menos lo encontramos, porque nos dejamos confundir por esa vastedad azulada que sugiere un final. El aire simplemente se hace menos denso hasta fundirse con el “vacío” del universo. Y lo más importante, ese aire nos rodea.

Dice el poeta brasileño Manuel Bandeira:

“A criança olha
para o céu azul.
Levanta a mãozinha.
Quer tocar o céu.

Não sente a criança
Que o céu é ilusão:
Crê que não o alcança,
Quando o tem na mão.”

Yo creo que a todos nos pasa lo mismo con frecuencia, tenemos nuestros sueños como algo lejano, como esa ilusión azul inalcanzable. Estiramos las manos intentando rozar la felicidad siquiera con un dedo y no nos damos cuenta que nuestro sueño puede, en ocasiones, estar no sólo en nuestra mano sino rodeándonos por completo.

Yo sigo lanzando avioncitos al cielo para que lo recorran haciéndole cosquillas, dejándole mensajes de mi parte. Extiendo mis brazos y siento la brisa que le responde a mi piel diciendo “aquí estoy… envolviéndote”.

Ahí sé que así parezca que estas muy lejos, estoy contigo…
y soy feliz.

jueves, 24 de enero de 2013

FIN


Había jurado no hacerlo, y sin embargo, no se pudo contener. Tomó un único beso suyo para recordarla siempre.

Sabía que se verían por lo menos un día más, sabía que volverían a hablar y que ella lo odiaría por incumplir su juramento tácito. Eso era lo que más le remordía la conciencia mientras ella, evidentemente arrepentida, daba media vuelta y se alejaba de él lentamente. Como si quisiera que la siguieran. Mirándolo a el, esa extraña aparición que más allá de cualquier cosa no era más que un generador de culpas.

El no iría más lejos, suficiente daño había causado ya.

La puerta se cerró, pero la esperanza de lo imposible seguía viva. Con el golpe de la segunda puerta esta esperanza se desboronó, y con ella una lagrima de sus ojos que fue a perderse en ese suelo de sangre… Tomó aire y pensó… el tropel de lágrimas que aguardaban por salir fue re absorbido para ahogarse en su garganta. Lanzó un puño que se estrelló en la pared más próxima desgarrando su piel. ¿Pero qué era eso comparado con el resto del dolor?

Recordaba ese quinto cuento autodestructivo que una vez leyó:

“Y sin avisar se levantó de la mesa tambaleando. Se tuvo que sostener con una mano de la pared mientras respiraba rápido. Tenía que llegar abajo y la escalera de caracol era toda una hazaña que sorteó con dos pasos en falso. Pensaba que claramente estaba ebrio.

Se dirigió a la puerta del bar y salió esquivando al guardia de la entrada. Se sostuvo de un poste. Veía los carros pasando como barridos fotográficos a toda velocidad por la avenida. Y con el último aliento de sobriedad que le quedaba decidió atravesar la calle corriendo, que la suerte decidiera, que lo matara un carro, que ojalá no sufriera, pero eso sí, que ella se enterara.

Y corrió.

Cuando llegó al andén del frente tras escuchar un frenón estruendoso se tomó la cabeza sudada. Mientras un conductor asustado lo insultaba, Rodrigo tomó su celular y la llamó por cuarta vez esa noche.” (JPAT)

Quería correr y corrió, quería golpear y golpeó, quería llorar y lloró.

Hay quienes dicen que una de las grandes diferencias del ser humano con otros animales es que frente a una tarea con recompensa de probabilidad de ocurrencia indefinida somos quienes más niveles de dopamina generamos. Y esos niveles son tanto más elevados y duraderos en tanto menor es la probabilidad de ser recompensado. En los casos más extremos los individuos crean un sistema de recompensa donde esta viene incluso después de la muerte.

El espera que la recompensa llegue por lo menos cada vez que sus ojos se cierren y en su retina sigan marcadas esa luna, esa puerta y esos ojos.

martes, 22 de enero de 2013

Preludio


A: ¿Basura?
B: Café
A: No, basura.
B: ¿Liquido?
A: eee… ¿Basura?
B: No, café.... 

B: Ah! Basura...
A: Sí! Basura.
B: Mira
A: Gracias!

domingo, 6 de enero de 2013

Sobre la Verdad Absoluta


Para el presente escrito debo hacer algunas aclaraciones previas con el fin de evitar herir susceptibilidades o generar malos entendidos.
1. No soy filósofo, ni conocedor profundo de gran variedad de autores de dicha disciplina.
2. No pretendo demostrar que algún grupo especial personas es poseedor de, una o varias, verdades absolutas.
3. No es mi intención en este caso señalar o juzgar a uno o varios grupos de personas a causa de sus creencias, costumbres o formas de acercarse a la realidad.
4. El propósito de esta entrada es exponer unos pocos argumentos que permiten esclarecer algunas dudas epistemológicas sobre la realidad.

Últimamente he escuchado, demasiadas veces ya, personas tratando de zanjar una discusión mediante esta horrible frase:
“No hay verdades absolutas”.
Digo que es horrible porque es la máxima expresión del conformismo y la pereza mental, ¡Es un argumento paradójico puesto que de ser cierto estaría negándose a sí mismo! Quien lo dice considera que es absolutamente cierto que no hay verdades absolutas por lo cual estaría aceptando o proponiendo una verdad absoluta y por ende yendo en contra de su propio planteamiento.

Pongámonos superficiales inicialmente y veamos un mundo donde en la vida diaria aplicáramos aquella frasecilla. Ya me imagino a algunos diciendo cosas como: “Hoy decidí sumergirme en el agua por 1 hora sin ningún equipo o forma para respirar, ¡Puede que sobreviva!” o situaciones como: Suena el despertador y me anuncia que son las 7am, miro por la ventana y aunque salió el sol no puedo decir que es verdad que sea de día, yo creo que cabe la posibilidad que sea de noche. “No ve que no existen las verdades absolutas!”

“Voy a lanzarme de un edificio pues puede que a la gravedad le dé por no funcionar el día de hoy (y exclusivamente para mí) y quede suspendido en el aire.”

Poniéndonos un poco más serios les daré un ejemplo de verdades absolutas: No existen triángulos circulares ni círculos cuadrados. Para quienes aleguen que lo anterior está dado por una construcción de conceptos arbitrarios ahora propongo que, sin intención de plagiar a Descartes, hagamos un experimento mental. Empecemos por preguntarnos ¿Cómo sé que lo que me rodea es real? (aquí pueden tomarse el tiempo que quieran). Muy seguramente habrán pensado en cosas como los sueños, las falsas enseñanzas, la realidad virtual, las ilusiones o las alucinaciones (y si no lo hicieron ¡ténganlas en cuenta!). Para este momento consideraremos que podemos dudar prácticamente de todo. Sin embargo, el filósofo francés nos diría que nos detuviéramos un segundo, que no pensáramos en entes externos, que pensáramos en nosotros mismos…

Lo que vemos y sentimos con nuestro cuerpo puede ser falso. Pero para ver, sentir y pensar debe existir algo que ejecute esas acciones o algo que es obligado a creer que lo hace y puesto que soy yo (o usted) quien está experimentando dicha sensación, mi existencia se hace necesaria y por ende verdadera. Probablemente ésa sea la única verdad absoluta que todos poseemos “Yo existo”.

¿Que si soy un ser humano que evolucionó, me creó un ente superior, soy un programa de computador, soy un cuerpo conectado a matrix o un cerebro estimulado artificialmente y preservado con vida en una pecera muy al estilo de futurama? ¡NO LO SÉ! (pero existo).

O por lo menos no lo sé con absoluta certeza y eso no implica que la verdad absoluta no exista. Si bien es cierto que cada individuo construye una realidad diferente de acuerdo con su historia y cualidades personales, encontramos puntos de convergencia colectivos y esto nos revela detalles de la realidad. Tomaré un ejemplo que usaba un dramaturgo para describir sus obras.

Cuando se construye un escenario y, por ejemplo, se pone en su centro una columna blanca, los espectadores generarán diferentes percepciones de la columna, “… decimos sí, esta columna es blanca. A mí me pareció horrible, a mí me pareció horrenda y a otros les pareció perfectamente bella. Pero por lo menos tenemos en común esa columna”. Podríamos irnos más allá y sugerir algunos espectadores que no la consideren como columna por unos u otros motivos, pero se siguen refiriendo a un objeto en común. La realidad se empieza a construir con base en los puntos en común y en la fiabilidad de las fuentes.

A lo largo de la historia se ha discutido largamente sobre el concepto de sonido. La situación clásica plantea la pregunta de si una vibración que produce ondas sonoras las cuales no son percibidas por ningún oyente se considera sonido. Quienes abrazan la visión relativista de la realidad sostienen que no existe dicho sonido, no me imagino lo que dirían sobre los colores si fuéramos todos ciegos. Es por esta razón que el proceso para conseguir la verdad se ha ido modificando a lo largo del tiempo y la veracidad de los hechos y las cosas se asume con base a los puntos en común encontrados por observadores objetivos (instrumentos de medición, todo lo que existe es de algún modo cuantificable).

Nos movemos en un mundo que asumimos como real con base en las probabilidades que nos arrojan dichos observadores. Más allá de la diversidad de versiones que se generan del mundo, todas éstas provienen de una realidad única y absoluta que aunque posiblemente no sea accesible para nosotros, sí existe. Me pregunto cómo hacen para vivir estos relativistas si todo es susceptible de ser falso, no los veo intentando atravesar muros, volando o dejando de comer.

jueves, 3 de enero de 2013

RE: No me gustan los Hombres ¡Y que!


Acabo de leer una columna en SoHo que se titula “No me gustan los Hombres ¡Y que!”, y a pesar de ser una columna de opinión me parece que bajo la bandera de la tolerancia y la defensa de un mensaje positivo, emite juicios de valor que no se muestran muy tolerantes. Aunque acepto y, en muchas ocasiones, defiendo la validez de la homosexualidad, en este caso debo decir que la columna es absurdamente simplista. Una recopilación de clichés por parte y parte cuyo único punto válido es que en temas de sexualidad todo es cuestión de gustos.

Si bien es cierto que se plantea la auto-reflexión para entender el punto de vista de la autora, ésta cae inmediatamente en el error de justificar su posición a punta de denigrar el sexo opuesto.  Bien podría decir un hombre homosexual (y debo aclarar que aun cuando las siguientes preguntas me costó bastante formularlas, consideré necesario alejarme de mi posición en pro de la objetividad) : ¿Como pueden disfrutar unos senos flácidos en vez de unos pectorales firmes?¿ O no contar con alguien que te sostenga con propiedad? Imposible me parece imaginar a dos seres cuyo carrusel hormonal les impide entenderse a si mismas tratando entenderse mutuamente! No puedo creer que existan hombres que toleren la indecisión femenina y ¿que decir del descaro con que mienten tras dejar escapar esos airecillos mortales? Además que cosa más terrible no saber si tu pareja quedó satisfecha con el sexo  o no. Estando con un hombre no hay dudas de tu efectividad. Él se viene y punto, no te va a engañar para que “te sientas bien” (de hecho no puede). Ah veneradísima verdad!

Antes de que empiecen nuevamente los alegatos “Mujeres Vs. Hombres”, aclaro que lo que acabo de resumir en el párrafo anterior es completamente absurdo y en gran medida, por no decir en su totalidad, subjetivo. Igual que las afirmaciones de Amalia.

Es una generalización simplista con la cual intenta justificar su orientación sexual. ¿Cuantas mujeres no existen acérrimas seguidoras del fútbol, de modales cuestionables, con estruendosos ronquidos e “inconsciente” imperialismo del colchón? A mi no me vengan a decir que en sus relaciones heterosexuales casi se vienen y en las homosexuales “siempre” lo hacen (todas han sufrido de manos y lenguas cansadas), ni que les da asco un “pipí” porque para ser sinceros el sexo sea con quien sea y hágase como se haga, tiene de todo menos de aséptico y perfumado. Y eso no es malo en lo absoluto!

Si nos salimos de las generalizaciones, todo con lo que sueña Amalia, y muchas otras mujeres, es posible tanto con hombres como con mujeres. La cuestión aquí es de gustos y no por ello se debe denigrar a uno u otro sexo. Lo que valida las diferentes orientaciones sexuales es la diversidad y naturalidad de los gustos existentes. A mi me fascinan las mujeres y mi pareja muere por los hombres. Aunque para cada uno la posición del otro sea imposible de asumir como propia, si es absolutamente comprensible… ¡Y punto!