...Por: David Andrés Casilimas Díaz...

martes, 26 de febrero de 2013

Reflexiones accidentales I: entre Newton y Kundera


Él se acuesta en su regazo y ella pasa la mano sobre su espalda. No puede evitarlo, se siente como un gato preparando su lecho... con una mano rascando aquí y luego allá en un constante vaivén. Al cabo de un rato él se levanta y la observa en silencio, parece que el tiempo se ha detenido y ella se siente ligeramente intimidada por aquella mirada penetrante. Él se acerca muy lentamente… a mitad de camino cierra los ojos y la abraza repentinamente desde un costado, apoyando la cabeza contra su delicada espalda. Respira hondo. Aprieta los brazos y los ojos con igual fuerza, como un niño que se niega a abandonar a su madre. Ella sonríe inmóvil… sonríe tristemente.

Está triste porque sabe que la felicidad de su relación es parabólica. Partió de un gran impulso reactivo, crece vertiginosamente  haciéndose más y más leve hasta alcanzar el éxtasis, pero este último no es más que el punto de inflexión. Es la levedad absoluta. Kundera no concluye acerca de la dirección de la misma, se queda en el debate sin saber si es positiva o negativa dejando entrever su aparente apatía frente a la posición de Parménides. Sin embargo, pongo a consideración mi postura en la cual la levedad es neutra, momentáneamente ingrávida y de cierta forma, dual. Un cuerpo es leve dependiendo del contexto, si me muevo de la tierra a la luna soy cada vez más leve para el  planeta y más pesado para el satélite (y viceversa), por ende la levedad absoluta es estática.  Es por eso que es insoportable, es un estado inestable que con facilidad adquiere peso en el sentido opuesto al inicial, es alcanzar la cumbre bajo la zozobra que produce la inminente caída. Y allí se encuentra ella.

Parecería que tanto Victoria como Andrés se encuentran en el mismo punto, pero no es así. Si bien ambos muestran felicidad, él ya tiene síntomas de añoranza y es por eso que se aferra al cuerpo de su novia. La quiere, recuerda la ingravidez y siente ahora el peso, se acelera en el vacío. Él ya está cayendo. Y ella lo sabe. No en vano hace poco le era imposible a Victoria comprender la enorme efusividad de su compañero y más  inexplicable aún el desasosiego paralelo a esta.

La inercia es aquella propiedad que tienen los cuerpos de conservar su estado de reposo o movimiento a menos que una fuerza externa se aplique sobre ellos.

En el éxtasis Victoria desea que ésta llegue pronto. Andrés ya la divisó y la deja acercarse a él.

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