...Por: David Andrés Casilimas Díaz...

viernes, 2 de agosto de 2013

Recortes

No sé con exactitud cómo llegue a ese estado frenético en el que sólo podía trabajar para terminar mi cometido. Es probable que me motivara el afán de cerrar un ciclo antes de que este se entrelazara con el que acababa de abrir hacía sólo un par de días. Recortaba una y otra vez trozos de papel y los organizaba de diferentes maneras tratando de formar algo con ellos… ¿Qué era eso? ¿Un jabalí, un bisonte, un mapache?

… En ese momento me detuve súbitamente.

“¿Y si simplemente dejo que todo se diluya en el aire?” me pregunté en silencio. Miré los recortes con los ojos desenfocados pero inmóviles, intentando pensar. El radio de la habitación de al lado había sonado por horas y yo no había reparado en su mala sintonía, a pesar de su bajo volumen era desesperante. Ahora sentía que el ruido se incrementaba mientras las voces de los locutores se apagaban lentamente. Fastidiado, me levanté a detener el escándalo de los anuncios comerciales mezclados con la estática. Silencio.

Volví a la mesa y, de pie, apoyé una mano junto al deforme animal de cartón. Mientras me sentaba arrastraba la mano lentamente barriendo cada pedazo negro y blanco que había en la superficie de madera.

Siempre he pensado que debo acumular la mayor cantidad de información posible, que en un futuro al revisar cada palabra o imagen de algún momento anterior encontraré otra versión de la historia de la cual no me percaté mientras la vivía. Ese día supe que había excepciones, que no iba a terminar mi tarea y que era mejor así. Olvidaría esos recuerdos no por dolorosos, no por ser demasiado alegres, sino por todo lo contrario, eran tan leves, tan neutrales que se disolverían por sí mismos. El boceto del animal que pretendía hacer estaba compuesto de fragmentos de un cuento corto al que no le habían escrito un final y que ahora caían a una bolsa de basura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario