Para el presente escrito debo hacer algunas aclaraciones
previas con el fin de evitar herir susceptibilidades o generar malos entendidos.
1. No soy filósofo, ni conocedor profundo de gran variedad
de autores de dicha disciplina.
2. No pretendo demostrar que algún grupo especial personas es poseedor de, una o varias, verdades absolutas.
3. No es mi intención en este caso señalar o juzgar a uno o
varios grupos de personas a causa de sus creencias, costumbres o formas de
acercarse a la realidad.
4. El propósito de esta entrada es exponer unos pocos
argumentos que permiten esclarecer algunas dudas epistemológicas sobre la
realidad.
Últimamente he escuchado, demasiadas veces ya, personas
tratando de zanjar una discusión mediante esta horrible frase:
“No hay verdades
absolutas”.
Digo que es horrible porque es la máxima expresión del conformismo
y la pereza mental, ¡Es un argumento paradójico puesto que de ser cierto
estaría negándose a sí mismo! Quien lo dice considera que es absolutamente
cierto que no hay verdades absolutas por lo cual estaría aceptando o proponiendo
una verdad absoluta y por ende yendo en contra de su propio planteamiento.
Pongámonos superficiales inicialmente y veamos un mundo
donde en la vida diaria aplicáramos aquella frasecilla. Ya me imagino a algunos
diciendo cosas como: “Hoy decidí sumergirme en el agua por 1 hora sin ningún
equipo o forma para respirar, ¡Puede que sobreviva!” o situaciones como: Suena
el despertador y me anuncia que son las 7am, miro por la ventana y aunque salió
el sol no puedo decir que es verdad que sea de día, yo creo que cabe la
posibilidad que sea de noche. “No ve que no existen las verdades absolutas!”
“Voy a lanzarme de un edificio pues puede que a la gravedad le
dé por no funcionar el día de hoy (y exclusivamente para mí) y quede suspendido
en el aire.”
Poniéndonos un poco más serios les daré un ejemplo de
verdades absolutas: No existen triángulos circulares ni círculos cuadrados. Para quienes aleguen que lo anterior está dado por una construcción de conceptos arbitrarios ahora
propongo que, sin intención de plagiar a Descartes, hagamos un experimento
mental. Empecemos por preguntarnos ¿Cómo sé que lo que me rodea es real? (aquí
pueden tomarse el tiempo que quieran). Muy seguramente habrán pensado en cosas
como los sueños, las falsas
enseñanzas, la realidad virtual, las ilusiones o las alucinaciones (y si no lo hicieron ¡ténganlas en cuenta!). Para
este momento consideraremos que podemos dudar prácticamente de todo. Sin
embargo, el filósofo francés nos diría que nos detuviéramos un segundo, que no
pensáramos en entes externos, que pensáramos en nosotros mismos…
Lo que vemos y sentimos con nuestro cuerpo puede ser falso. Pero
para ver, sentir y pensar debe existir algo que ejecute esas acciones o algo
que es obligado a creer que lo hace y puesto que soy yo (o usted) quien está
experimentando dicha sensación, mi existencia se hace necesaria y por ende verdadera. Probablemente
ésa sea la única verdad absoluta que todos poseemos “Yo existo”.
¿Que si soy un ser humano que evolucionó, me creó un ente
superior, soy un programa de computador, soy un cuerpo conectado a matrix o un
cerebro estimulado artificialmente y preservado con vida en una pecera muy al
estilo de futurama? ¡NO LO SÉ! (pero existo).
O por lo menos no lo sé con absoluta certeza y eso no
implica que la verdad absoluta no exista. Si bien es cierto que cada individuo
construye una realidad diferente de acuerdo con su historia y cualidades
personales, encontramos puntos de convergencia colectivos y esto nos revela
detalles de la realidad. Tomaré un ejemplo que usaba un dramaturgo para
describir sus obras.
Cuando se construye un escenario y, por ejemplo, se pone en
su centro una columna blanca, los espectadores generarán diferentes percepciones
de la columna, “… decimos sí, esta columna es blanca. A mí me pareció horrible,
a mí me pareció horrenda y a otros les pareció perfectamente bella. Pero por lo
menos tenemos en común esa columna”. Podríamos irnos más allá y sugerir algunos
espectadores que no la consideren como columna por unos u otros motivos, pero
se siguen refiriendo a un objeto en común. La realidad se empieza a construir
con base en los puntos en común y en la fiabilidad de las fuentes.
A lo largo de la historia se ha discutido largamente sobre
el concepto de sonido. La situación clásica plantea la pregunta de si una
vibración que produce ondas sonoras las cuales no son percibidas por ningún oyente
se considera sonido. Quienes abrazan la visión relativista de la realidad
sostienen que no existe dicho sonido, no me imagino lo que dirían sobre los
colores si fuéramos todos ciegos. Es por esta razón que el proceso para
conseguir la verdad se ha ido modificando a lo largo del tiempo y la veracidad
de los hechos y las cosas se asume con base a los puntos en común encontrados
por observadores objetivos (instrumentos de medición, todo lo que existe es de
algún modo cuantificable).
Nos movemos en un mundo que asumimos como real con base en las
probabilidades que nos arrojan dichos observadores. Más allá de la diversidad
de versiones que se generan del mundo, todas éstas provienen de una realidad
única y absoluta que aunque posiblemente no sea accesible para nosotros, sí
existe. Me pregunto cómo hacen para vivir estos relativistas si todo es susceptible
de ser falso, no los veo intentando atravesar muros, volando o dejando de comer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario