Encerrado en mi cabeza y en las cuatro paredes de mi cuarto, con un
techo y suelo físicos de los que de uno llegan fantasmas y del otro augurios de muerte. De ambos debo huir… pero estoy inmóvil, arrastrado por una
corriente que me hunde más y más en este pozo de arena en que se ha convertido
mi cama.
Y todos los movimientos que en ella realizo me
convierten poco a poco en una piedra, esa que empieza a molestar en los zapatos
de unos cuantos. Al final, después de tanto daño a esos pies ajenos la solución
es simple, parar de caminar y arrojarla a un lado. Que me arrojen no me
importa, pero sí los pies que habré dañado, los de quienes caminaban conmigo
visualizando un camino soñado. Nunca he sido piedra y en verdad lo estoy
lamentando.
¡Necesito que llueva! ¡Que llueva a cántaros! para
que así la cal que he acumulado se vaya con el agua y yo vuelva a ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario