...Por: David Andrés Casilimas Díaz...

domingo, 11 de mayo de 2014

Esfinge

Encerrado en mi cabeza  y en las cuatro paredes de mi cuarto, con un techo y suelo físicos de los que de uno llegan fantasmas y del otro augurios de muerte. De ambos debo huir… pero estoy inmóvil, arrastrado por una corriente que me hunde más y más en este pozo de arena en que se ha convertido mi cama.

Y todos los movimientos que en ella realizo me convierten poco a poco en una piedra, esa que empieza a molestar en los zapatos de unos cuantos. Al final, después de tanto daño a esos pies ajenos la solución es simple, parar de caminar y arrojarla a un lado. Que me arrojen no me importa, pero sí los pies que habré dañado, los de quienes caminaban conmigo visualizando un camino soñado. Nunca he sido piedra y en verdad lo estoy lamentando.


¡Necesito que llueva! ¡Que llueva a cántaros! para que así la cal que he acumulado se vaya con el agua y yo vuelva a ser humano.

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