...Por: David Andrés Casilimas Díaz...

lunes, 24 de noviembre de 2014

Breve Análisis del Libre Albedrío: una Perspectiva Evolutiva.

El problema del libre albedrío (LA) ha sido abordado tradicionalmente por los filósofos y más recientemente por la psicología cognitiva, comportamental y las neurociencias. Aun cuando en dichas áreas existan algunas posturas frente a la existencia o no del libre albedrío, el proceso evolutivo de los organismos puede proveer información relevante para la discusión.

Teniendo en cuenta que el fenómeno del LA ha sido adjudicado a nosotros, los seres humanos, y, en algunos casos, a otros animales cercanos pero nunca a otras entidades no vivas, el problema sobre la existencia o no del fenómeno es claramente uno que atañe a la biología. Especialmente a la biología del comportamiento.

El gran Biólogo y genetista ucraniano Theodosius Dobzhansky (1973) acuño acertadamente la frase “nada en la biología tiene sentido si no a la luz de la evolución” al usarla como título del famoso artículo publicado en “The American Biology Teacher”. De esta manera, y resumiendo, si el problema del libre albedrío es también de la biología del comportamiento, y ésta solo tiene sentido desde la perspectiva evolutiva, es preciso entonces examinar el fenómeno desde dicha óptica. Sin embargo, antes es necesario definir de forma más explícita algunos conceptos.

La aceptación o no del libre albedrío guarda una estrecha relación con la posición asumida sobre la naturaleza del universo: determinismo causal, comportamiento estocástico o algún punto intermedio entre esos dos extremos (Fischer, Kane, Pereboom, & Vargas, 2007).

En un sistema determinístico todos los eventos dependen necesariamente de las condiciones previas, hasta el más mínimo detalle. Esto hace que los hechos sean consecuencias estrictas del estado del sistema en cuestión (Schulz & Sommerville, 2006; Warfield, 2000). El determinismo causal ha sido la visión más aceptada por la academia, sin embargo, con el surgimiento de la mecánica cuántica aparecieron muchos interrogantes para los deterministas. Si bien estos constituyen un gran desafío, el comportamiento probabilístico derivado del principio de incertidumbre de Heisenberg, está restringido a la escala cuántica siguiendo las consecuencias que tiene la magnitud de la constante de Planck en niveles macro (Chaddha, 2006).

Por otro lado, un sistema estocástico es caracterizado por la aleatoriedad y la ausencia de causalidad, esto es: la ocurrencia de un evento es independiente del estado previo del sistema y no mantiene relación alguna con eventos anteriores o futuros. El último escenario es aquel en el que los fenómenos de la realidad presentan componentes determinísticos y aleatorios (Fischer et al., 2007).

La comprensión de los modelos anteriores es vital para la proposición de hipótesis sobre la existencia o no del LA. Sólo haría falta una definición más, una fundamental. ¿Qué es el libre albedrío?

Existen diversas definiciones de este concepto, la diferencia generalmente radica en la intención que tenga el autor de aceptar o rechazar una posición dada. El problema del LA aparece desde la antigua Grecia cuando las personas se comenzaron a preguntar si tenían pleno control de sus actos o si éstos estaban determinados por factores ajenos a ellas mismas. Tragedias como “Edipo Rey”, de Sófocles, o “Medea”, de Eurípides, muestran la idea de un destino establecido por los reyes del Olimpo, plasmado en la forma “Deus ex machina”. Las acciones son determinadas por dios arbitrariamente.

Después del romanticismo, y con la llegada del método científico y la filosofía moderna, el determinismo causal estableció que el universo se rige por reglas básicas. Las dos opciones, “deus ex machina” y determinismo causal, apuntan a una definición de LA en la cual, para existir, el agente debe tener la plena posibilidad de actuar de forma distinta a lo establecido por las leyes naturales o por la voluntad de los dioses. Estas posiciones se conocen como determinismo radical y determinismo teológico, respectivamente. Las dos rechazan la existencia del libre albedrío (Fischer et al., 2007).

Paralelamente, los teóricos que rechazan el determinismo se dividen en dos corrientes: libertarianismo e incompatibilismo pesimista. La primera asume que puesto que el universo no es determinista, el libre albedrío tendría cabida, ya que el sujeto no está atado a sus condiciones previas. La segunda, mucho más sensata a mi parecer, establece que incluso si el universo fuera estocástico, no existiría el LA, pues las acciones de los sujetos no serían determinadas por ellos mismos si no por el azar.

En este punto solo resta una última combinación: quienes aceptan la existencia del determinismo y a su vez del libre albedrío, el compatibilismo. Esto puede lograrse de dos formas: la primera es mediante una falacia semántica en la que el significado de libre albedrío cambia y establece que los agentes son libres en tanto las pulsiones que en ellos surjan – aun cuando sean generadas por causas genéticas, ambientales o históricas – puedan expresarse sin sufrir represión por parte de otros individuos. Decir que la rosa vuela porque mi canario se llama “Rosa” es un absurdo, es por esto que cambiar la definición de libre albedrío constituye una falacia o por lo menos una respuesta ad hoc frente a un problema complejo. Sin embargo, dicha definición es empleada por filósofos como Daniel Dennett (1981) quien se incluye entre los compatibilistas.

La segunda versión de compatibilismo es justamente aquella que puede ser evaluada desde el punto de vista evolutivo para determinar su plausibilidad, el libre albedrío como una propiedad emergente.

Las propiedades emergentes son irreducibles en tanto que sólo aparecen cuando múltiples unidades relacionadas trabajan de forma conjunta, la diferencia entre las propiedades moleculares y molares es mayor a medida en que aumenta la complejidad de las interconexiones entre los subsistemas. Uno de los efectos principales y más asombrosos de la evolución es precisamente la aparición de sistemas complejos, si bien el aumento de complejidad no es un objetivo del proceso evolutivo, es esto lo que ha ocurrido en numerosos taxa (Maynard Smith & Szathmáry, 2000).

El aumento en la complejidad de los sistemas genera que el comportamiento de los mismos dependa de una mayor cantidad de factores, los cuales ejercerán un mayor o menor efecto sobre el mismo. Cuando las condiciones iniciales del sistema son altamente sensibles a variaciones, por pequeñas que estas sean generarán una gama enorme de posibles resultados. Esta característica define apropiadamente a los sistemas caóticos (Gleick, 2011), regresaremos a este punto al describir las características de las causas últimas del LA.

A lo largo de la evolución han sido alcanzados diferentes niveles de complejidad y en cada uno de ellos están presentes diversas propiedades emergentes, de hecho la reproducibilidad del ADN es una propiedad emergente derivada de las propiedades primarias, secundarias y terciarias de esta molécula. Sin embargo, el LA ha sido adjudicado casi que exclusivamente a los seres humanos, especie que difiere esencialmente de las demás, al parecer, por su capacidad de desarrollar lenguaje (Maynard Smith & Szathmáry, 2000). Siguiendo este razonamiento, es de esperar que si el libre albedrío es una propiedad emergente, éste pueda ser rastreado filogenéticamente. Encontrar sus causas próximas y sus causas últimas.

En este punto es necesario aclarar que el libre albedrío no es un comportamiento sino un paradigma bajo el cual se puede ejecutar o producir comportamiento. Así, al momento de analizar las causas próximas o últimas, lo que tenemos que evaluar es si la forma en que los comportamientos son ejecutados se ajusta, o no, a dicho paradigma.

Para que el sujeto tenga control de sus comportamientos es indispensable que sea consciente de la decisión que va a tomar – lo cual de hecho implicaría un ente metafísico independiente de todo el sistema físico que actúa sobre el organismo – y sólo después sean movilizados los mecanismos para ejecutar el comportamiento. Sin embargo, varios estudios han evaluado los procesos de activación cerebral durante tareas de toma de decisiones y ejecución de las mismas con resultados contrarios a la hipótesis planteada al inicio de este párrafo (Smith, 2011). En efecto, Fried et al., (2011) encontraron activación cortical previa (aproximadamente 1,5 segundos antes) al tiempo en el cual un participante indicaba que surgía la intención de ejecutar un comportamiento específico como mover un dedo. Lo más interesante es que los investigadores consiguieron predecir la decisión del participante en un 60% de los casos. Estos descubrimientos apuntan a que las decisiones son tomadas mucho antes de que el sujeto sea consciente de lo que va a hacer después, en este sentido el comportamiento en respuesta a estímulos ambientales en conjunto con el estado del organismo simplemente ocurre. Posteriormente el cerebro procesa la información y la hace consciente, generando la ilusión del libre albedrío.

Resulta sumamente excitante preguntarse cuál puede ser el valor adaptativo de dicha ilusión. Vohs y Schooler (2008) realizaron un estudio en el cual fue evaluada la frecuencia con que los participantes hacían trampa en un juego de computador en dos grupos de sujetos. El primero tenía que leer, antes de jugar, un texto explicando el determinismo y cómo este concepto negaba la existencia del LA; el segundo grupo leyó un texto neutral también antes del juego. Curiosamente los sujetos del grupo instruido a no creer en el libre albedrío hicieron un mayor número de trampas.

En un segundo experimento, los participantes hacían un test que sería corregido por ellos mismos sin supervisión o forma alguna en que alguien conociera los resultados de la prueba. Después ellos recibirían un dólar por cada respuesta correcta. Nuevamente los sujetos que leyeron textos relacionados al determinismo fueron quienes obtuvieron mayores sumas de dinero. Aun cuando el estudio presenta un sesgo debido a que no se pudo establecer si las sumas ganadas eran por causa de fraude o porque los sujetos efectivamente tuvieron un mejor desempeño en las pruebas, los resultados sugieren que existe una tendencia a actuar de forma inmoral más frecuentemente en los participantes alentados a no creer en el libre albedrío (Vohs y Schooler, 2008).

Los autores proponen que el incremento del comportamiento inmoral puede deberse a una pérdida de la responsabilidad inducida al conocer que el sujeto no tiene control consciente de sus decisiones. Si ponemos estos resultados en paralelo con lo encontrado en el famoso experimento Milgram (1963), es posible pensar que la noción de liberarse de la responsabilidad sobre un hecho permita una mayor ocurrencia de comportamientos inmorales, bien sea por la descarga de la responsabilidad en una figura de autoridad o en la “respuesta automática” del propio organismo.

Parece, entonces, que la ilusión del LA tiene un rol importante en la motivación de los individuos al hacer énfasis en la idea de que son responsables de su propia conducta y por tanto facilitando la ejecución de algunos comportamientos, en este caso relacionados al sentido moral que ha probado elevar el fitness a niveles poblacionales (y no exclusivamente individuales) al favorecer comportamientos altruistas.

Este tipo de comportamiento es posible por la complejidad de nuestro sistema nervioso y la información almacenada en forma de lenguaje, por lo que podemos considerarlo como una propiedad emergente. En este tipo de dinámicas el número de factores involucrados es descomunal y junto con la complejidad de procesamiento de dichos factores por el propio sistema, se hace casi imposible predecir en muchas ocasiones cuáles serán las respuestas de un organismo. No obstante, el que algunos comportamientos no puedan se predichos, no elimina el determinismo de la misma manera en que la imprevisibilidad del clima no hace que la atmosfera posea libre albedrío o deje de presentar un comportamiento caótico. Mucho menos implica la existencia de un ente metafísico.

Como demostraron Vohs y Schooler (2008), la noción de paradigma bajo el cual el comportamiento es generado puede cambiar la forma en la que el sujeto actúa, por esto es preciso estudiar más profundamente las causas últimas de la ilusión del libre albedrío y cuáles pueden ser las ventajas de reconocerla como tal. Es probable que una consecuencia al asumir la inexistencia del LA sea disminuir la carga emocional en procesos de resolución de conflictos, focalizando las energías en el tratamiento, corrección o control de los sujetos involucrados. De cualquier forma, estas hipótesis deben ser puestas a prueba para obtener conclusiones pertinentes.


Referencias:

·         Chaddha, G. S. (2006). Quantum Mechanics (p. 574). New Age International. Retrieved from http://books.google.com/books?id=Bzj2JcPeAHAC&pgis=1

·         Dennett, D. C. (1981). Brainstorms: Philosophical Essays on Mind and Psychology. (MIT Press, Ed.) (p. 353). MIT Press. Retrieved from http://books.google.com.br/books?id=_xwObaAZEwoC&dq=daniel+dennett+free+will&lr=&hl=es&source=gbs_navlinks_s

·         Dobzhansky, T. (1973). Nothing in biology makes sense except in the light of evolution. The American Biology Teacher, 35, 125–129. Retrieved from http://books.google.com/books?hl=en&lr=&id=3ULyAgAAQBAJ&oi=fnd&pg=PA273&dq=Nothing+in+Biology+Makes+Sense+Except+in+the+Light+of+Evolution&ots=jZ92BUmuqm&sig=LOqOXUyBWcfu9YLtvMbcZQeSazg

·         Fischer, J., Kane, R., Pereboom, D., & Vargas, M. (2007). Four views on free will. (J. Fischer, R. Kane, D. Pereboom, & M. Vargas, Eds.)Philosophical Review (Vol. 118, pp. 409–413). Oxford, UK.: Blackwell Publishing Ltd. doi:10.1215/00318108-2009-012

·         Fried, I., Mukamel, R., & Kreiman, G. (2011). Internally generated preactivation of single neurons in human medial frontal cortex predicts volition. Neuron, 69(3), 548–62. doi:10.1016/j.neuron.2010.11.045

·         Gleick, J. (2011). Chaos: Making a New Science. (J. Gleick, Ed.) (Enhanced E., p. 360). New York: Open Road Integrated Media.

·         Maynard Smith, J., & Szathmáry, E. (2000). The Origins of Life: From the Birth of Life to the Origin of Language. (J. Maynard Smith & E. Szathmáry, Eds.) (p. 192). United States: Oxford University Press.

·         Milgram, S. (1963). Behavioral Study of Obedience. Journal of Abnormal Psychology, 67, 371–8. Retrieved from http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/14049516

·         Schulz, L., & Sommerville, J. (2006). God Does Not Play Dice: Causal Determinism and Preschoolers’ Causal Inferences. Child Development, 77(2), 427–442. Retrieved from http://eccl.mit.edu/papers/schulzsommerville.pdf

·         Smith, K. (2011). Neuroscience vs philosophy: Taking aim at free will. Nature, 477(7362), 23–5. doi:10.1038/477023a

·         Vohs, K. D., & Schooler, J. W. (2008). The value of believing in free will: encouraging a belief in determinism increases cheating. Psychological Science, 19(1), 49–54. doi:10.1111/j.1467-9280.2008.02045.x


·         Warfield, T. A. (2000). Causal Determinism and Human Freedom are Incompatible: A New Argument for Incompatibilism. Nous, 34(s14), 167–180. doi:10.1111/0029-4624.34.s14.9


No hay comentarios:

Publicar un comentario